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“El espacio abierto del espejo electrónico se convierte en el lugar de asidero de la voz poética. Cuando se pasa de un lugar para estar en otro, cuando la sensación de estabilidad la abandona, cuando en el contexto del capitalismo global, que permite la movilidad de los cuerpos desde el lugar virtual, el cuerpo se construye en plural, como este trabajo visual y poético de las autoras, y la vivencia encarnada lo transforma junto a las imágenes en un modo de estar en este lugar para buscar la promesa de la casa, del lugar desde donde hablar: “ante el espejo eléctrico del día, ruedan como frutas, de esas que nos dejan en casa pero que no son las de exportación, de esas que hay que buscar en otros países donde todo el año hay la fruta nacional de primera en cada esquina. I´m free to dicide…”.
El primer elemento que es necesario subrayar rompe con la mirada tradicional. Me refiero al símbolo del espejo. Los poemas escritos por Andrea Leyton Beltrán y las imágenes creadas por Johanna Rodríguez Ahumada componen la doble cara que se refleja en la construcción misma del poema. El espejo entonces no es un reflejo de sí mismo, sino un instante que construye la palabra, la poeta, la viajera que se contempla más allá del tiempo a través de este espejo de tinta que es la palabra. Las figuraciones de la subjetividad y el trabajo con la palabra, como son los poemas “Charada irresoluta” y “Otra charada irresoluta”, se enlazan con rituales para acoger, a través del silencio, la visión de las mujeres ancestrales:
“Contemplo, con una paciencia atávica
que me viene de las abuelas, brujas cauterizadas
bajo el dedo de un dios que nunca las vio,
brujas que viven en mi carne y que me arden.”
-Mónica Barrientos. Académica e investigadora
FICHA TÉCNICA
ISBN: 978-956-6085-07-2
Nº Páginas 58
Año: 18 octubre 2020
Altura 21,5 cm
Ancho 14 cm
Grosor 4 mm
Peso 200 grs
Interior BN bond 80 gr.
Portada 300 couché
Polilaminado mate
Caracola de verbos que vive el habitar como horizonte utópico, delgada línea de caligrafía que desde el origen del habla se vuelve a la comunidad.
Caracola de verbos que vive el habitar como horizonte utópico, delgada línea de caligrafía que desde el origen del habla se vuelve a la comunidad.